sábado, 28 de febrero de 2009

¿Porqué nos fascinan las enfermeras?


Desde bien pequeño uno observa a las enfermeras desde la distancia como figuras de cariño maternal a la vez que, conforme nos acercamos, se nos despierta un pavor irracional a sus agujas hipodérmicas y su mala leche de antes de la hora del café. Con el tiempo, ese cariño y aversión a pares se ve intoxicado por el eterno e impreciso mito erótico de las películas S y X donde aparecen con faldas minúsculas, medias blancas hasta la mitad del muslo y un escote que precipita hacia arriba la líbido de los pornófilos más puristas. Más tarde, si alguno de nosotros se ve obligado a visitar por unos días un hospital en calidad de acompañante, se convierten en esas personas a las que preguntarles todo y protestarles por todo lo que acontece con su familiar, amigo, camarada o amante (accidentado en alguna práctica sexual salvaje que implica unn objeto atascado en alguna cavidad corporal) , y que no entienden, dado que, en su mayor parte, la población adolece de conocimientos mínimos sobre sanidad y el cuerpo humano. Pobrecicas, también acostumbran a ser el blanco continuo de los licenciados en medicina de vida matrimonial disipada que sobreestiman sus habilidades de casanova e intentan seducir a cuantas diplomadas encuentran en sus rondas diarias a base de anticuados métodos adulatorios, sonrisas de galán de medio pelo y hábiles peinados de sus cabezas de calvicie incipiente que les ayudan a simular un curioso flequillo voladizo. Hay quien incluso utiliza peluquín lo que, sumado a ocasionales estaturas de español corto dan la impresión de que un gato volador circula por los pasillos justo por encima del nivel de los mostradores de enfermería, que ocultan el resto del cuerpo del pequeño doctor. A esta costumbre también se le añaden algunos otros elementos del mundo del marketing que se resisten a admitir que perdieron sus melenas y aprovechan sus ocasionales visitas a los centros sanitarios para agasajar al personal con bolígrafos, calendarios sin fotografías de tetas (cosa que lo convierte en un objeto completamente inútil) y llaveros que anuncian drogas, placebos o productos más caros que intentan sustituir medicamentos genéricos merced a ese monstruo llamado industria farmacéutica privada. A parte de todo ello, las enfermeras (y enfermeros) suelen ser el destino de las iras de los mandos intermedios que olvidaron algo por indicar, se levantaron con el escroto enganchado a una nalga o sufrieron un episodio colérico de origen bipolar, también de los ancianos y ancianas que, en uno más de los ejemplos de misoginia senil, suelen verter todas sus iras y cabronadas (a parte de las naturales heces y orines desbocados) de la tercera edad en la diplomada de género femenino que más cerca tienen, volviendo al clásico estado de letargo y sosiego propios en cuanto un hombre, diplomado, licenciado o simple y raso mozo de hospital acude a su vera. Yo mismo he sido testigo de esta gran paradoja. Sin duda, los ancianos, son los verdaderos extremistas de este país. En el mismo orden de cosas, pocas personas, infantes o adultas, se dedican a quejarse con sorna o manifestar con vehemencia su opinión sobre la calidad de la asistencia sanitaria que reciben ante la presencia de un médico. Si en cambio lo hacen en abundancia ante las enfermeras, ELLAS, especialmente, como si la labor fundamental de una diplomada fuese la de retener al paciente injustificadamente privándole de quehaceres tan básicos como ver el Real Madrid-Sporting un domingo o alguna bazofia de la TV generalista como "Mira Quien Baila". Ante toda esta adversidad, una enfermera prosigue con su labor, estoicamente, y sólo se detiene en su descanso para ojear una revista de marujas envidiosas, tomar su dosis de café con frenesí o hacer un pis (las mujeres orinan unas 17 veces más a menudo que un hombre). Prosiguiendo , no es cierto que los pacientes fantaseen continuamente con averiguar el formato y tacto de las carnes que cubren los ligeros uniformes de las enfermeras, eso es algo a lo que ya se dedican en abundancia los compañeros profesionales. Todo es pura bazofia propagandística. Uno puede teclear "Nurse" en google y no cesarán de aparecer culos y ubres de mujeres de ánimo promiscuo, todas con cofia. Todo mentira. La inmensa mayoría de enfermos están tan jodidos en el momento que son ingresados en ciertas áreas de un hospital que bien podrían echar sus penes a los perros para alimentarlos en vez de conservarlos para alguna hipotética escena calenturienta con sanitarias en habitaciones de recia asepsia. Cualquier pecho generoso o cadera de vértigo está profundamente oculta y malbaratada bajo trajes de corte sobrio y censurador. Sólo un par de veces en mi vida he podido constatar auténticas erecciones en presencia de enfermeras, en la primera el paciente estaba totalmente anestesiado, inconsciente, y la susodicha trataba de introducirle una sonda de goma por el pene, y en la segunda se trataba de un presidiario enervado ante la presencia de un habilidoso enfermero. Ambas escenas de pobre erotismo que, en ningún caso, estaban adornadas con ropa interior de corte sensual o una música de saxofón o sintetizador barato especialmente erotizante. Ciertamente, no hay lugar para el coito improvisado con una desconocida cuando uno es apenas capaz de controlar sus esfínteres. Por ello, llegando ya al final de mi exposición, he llegado a la conclusión de que lo que realmente fascina al personal acerca de las enfermeras es su calidad de tías realmente duras. Está claro que cuando alguien quiere bronca en un hospital busca a una enfermera y recibe de su medicina. Hombres, niños y ancianos encuentran en las diplomadas el modelo de mujer potente que les da leña al cuerpo y no puedo entender con eso más que una necesidad intrínseca del paciente y sus allegados, también de los compañeros profesionales, y una fascinación por la sanitaria que te pincha, te frota con antisépticos y te provoca escozor, te abastece de narcóticos, te ordena cambios posturales, te regaña y te premia, te obliga a ese regimen espartano de dietas hospitalarias, discute tus caprichos y dudas, se rebota y te manda a la mierda en la intimidad mientras te sonríe y te sentencia a caldo de arroz y zanahoria, a merluza incolora, te abofetea las nalgas antes de inyectarte y te cubre con esas batas esacas que dejan las pelotas al viento. ¿Quién cojones va a insinuársele a una enfermera cuando ya te ha visto el pene al aire, manso y cabizbajo? ¿Con qué herramientas de seducción ha de trabajar uno así? No hay nada que hacer, poseen un poder absoluto y, en mi humilde opinión, ahí radica la fascinación que todos sienten por dichas profesionales.

MEA CULPA

Buenas noches. Tras dos años sin decir esta boca es mía, este humilde blog pro-soviético vuelve a las andadas con los testículos más cargados que nunca de amor al prójimo, una serenidad imperfecta y las patillas más frondosas al oeste del Llobregat. Hemos de decir, a fin de justificarnos, que el parón ha estado motivado por una cuestión de lo más baladí que hay. Simple y llanamente no recordábamos la contraseña de blogger.com y, debido a ello, nos era imposible editar la maldita página. Sé que es estúpido, y que hay que ser realmente torpe, anodino y manirroto para que ocurra eso durante tanto tiempo, pero entre tanto han pasado otras cosas. Un servidor redactor empezó a trabajar en la empresa privada, eso me condujo a pasar muchos meses en una prisión turca, a beber vino del LIDL, dormir entre cartones...una cosa llevo a la otra, dejé embarazadas a media docena de mujeres sin consagrarme realmente como su esposo y voté a Esquerra Republicana. Todo esto me hizo volver de nuevo a la empresa privada, verdadero nido del nepotismo y la defenestración infecta del orgullo proletario y la dignidad obrera, el alcohol agravó mi problema de memoria y hasta esta noche no he podido recordar la maldita contraseña que, al contrario de lo que pensarán muchos genios lectores, no era "Rosebud" ni "Hache tiene la polla más gruesa del mundo". Ahora, nuevamente dueño de los secretos de "La Red" puedo editar otra vez este maldito panfleto comunista electrónico y cagarme en la madre que parió a Facebook.

Un saludo a todas

Advertencia

Si Vd. ha llegado hasta aquí, es posible que ya sea demasiado tarde.